Sexuación
DE LA SELVA SEXUAL AL ESPÍRITU TRANSPERSONAL
Ensayo original de Rosario Gómez, por la restauración del erotismo.
Este Capítulo sobre la sexuación, se plantea dar una visión poliédrica de la concepción sexual de nuestro tiempo y del sexo como síntoma a través del pensamiento y la investigación de algunos teóricos contemporáneos de diversas tendencias: Octavio Paz, Georges Feuerstein, Albert Ellis, Manis Friedman, Drew Leder, Abraham Maslow, Eric Fromm, Morris Berman, Matthew Fox, Jules Henry, Michael Onfray…
El concepto de sexualidad ha evolucionado mucho a través de los siglos, en la edad contemporánea se dan serios intentos por superar el lastre de la fuerte negatividad que la religión atribuía al sexo no reproductivo, especialmente en el medievo. A través del avance del amor libre propugnado por la generacion beats y los análisis científicos sobre sus beneficiosos efectos en la salud, el concepto de sexualidad libremente consentida ha cobrado aspectos muy positivos en relación con el incremento del bienestar, la autoestima y la capacidad de libre comunicación entre las personas. Sin embargo, dada su explotación por el mercado publicitario y pornográfico, también con frecuencia, se concibe el sexo como síntoma del agotamiento espiritual que produce la sobresaturación de estímulos sexuales promovidos por la industria del ocio y el consumo.
Muchos análisis culturales confluyen en la idea de que la llamada selva sexual no nos satisface en los niveles más profundos de nuestro psiquismo y esta insatisfacción se traduce en imágenes de arte de diverso signo, tal como se puede contemplar en el panel lateral. Junto al enaltecimiento del amor y la intensa comunicación energética, se pueden ver imágenes que cuestionan el posicionamiento del cuerpo en relación con su entorno. El cuerpo estetizado, el cuerpo mostrado como objeto de consumo, el cuerpo transformado para recrear nuevas identidades, travestismo, homosexualidad, nuevas estrategias de afirmación en la aventura de la diferenciación de los roles sociales tradicionales. Imágenes que hablan de nuestra relación posible con la robótica, del extatismo, del amor propio...en resúmen, el cuerpo concebido en nuestro modelo social, como síntoma y metáfora de una sociedad hiperconsumista y marcada por la entronización del individualismo, entendido éste en su grandeza y vileza.
Para Octavio Paz[1], el fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y este, a su vez, sostiene y alza otra llama azul trémula, la del amor. Erotismo y amor, la llama doble de la vida. El erotismo es sexualidad transfigurada, metáfora, tal como ilustran diferentes artistas. Desde Platón se ha enaltecido el alma y despreciado el cuerpo, hoy se da el proceso opuesto, se niega el alma y se reduce el espíritu humano a un reflejo de sus funciones corporales. Así ha minado en su centro la noción de persona, doble herencia del cristianismo y la filosofía griega y este hecho ha sido el principal responsable de los desastres políticos del s. XX y del envilecimiento general de nuestra civilización. La recuperación política incluye la resurrección del amor, ambos, amor y política, dependen del reconocimiento de la noción que ha sido el eje de nuestra civilización, la persona como criatura única, irrepetible y preciosa. Toca a la imaginación creadora de nuestros filósofos, artistas y científicos redescubrir no lo más lejano, sino lo más íntimo y diario, el misterio que es cada uno de nosotros, para reinventar de nuevo al hombre.
Para Georges Feuerstein[2], erudito en la tradición del yoga y doctor en filosofía, la sexualidad humana y la magia tienen una larga historia conjunta, que se remonta a la edad de piedra. Durante milenios enteros, el acto sexual estuvo envuelto en un sinfín de creencias y prácticas y en las sociedades tradicionales sigue siendo así. También la sociedad postmoderna tiene sus tabúes, mitos y supersticiones en torno al sexo, nuestra civilización ha ido perdiendo, con su exceso de funcionalismo, la antigua convicción de que el sexo es numinoso, forma parte del misterio existencial y puede ser una ventana abierta a la realidad sagrada. El malestar sexual del mundo civilizado se manifiesta en la mecanización y rutinización del sexo marcado por la ansiedad del rendimiento, lo que conlleva la despersonalización del sujeto y su pareja. La cultura del consumo no cesa de estimularnos el deseo para mercantilizar cualquier producto, sin embargo, dice este autor, para ser satisfactoria y regeneradora, la relación sexual debe involucrar a la persona íntegra.
Como ha sostenido el historiador y crítico social Morris Berman en su estudio Coming to Our Senses (Recobrando los sentidos), en Occidente hemos perdido el contacto con la auténtica realidad somática, hay una conspiración de silencio en torno a los procesos corporales, incluida la muerte. Y puesto que estamos fuera del cuerpo, buscamos sucedáneos como el éxito, la reputación, la carrera, la imagen y el dinero o bien el nacionalismo y la guerra.
Paradójicamente, el olvido de lo somático, acentúa la preocupación por el cuerpo y su apariencia. Intentamos mejorarlo con la industria cosmética, la moda y la puesta en forma. A menudo, estas mejoras ocultan el cuerpo vivido tal como uno lo siente cuando no se abstrae de él ni lo trata como un objeto. Para el filósofo Drew Leder, la realidad corporal incomoda a nuestra conciencia cotidiana, nos refugiamos en la cabeza y establecemos con la vida una relación cada vez más abstracta. De un modo similar, la obsesión por el sexo nace de la ausencia de una sexualidad verdadera, de atención al ritmo auténtico del deseo y su expresión como parte de una entrega plena a nuestra condición corporal. Quien es religioso se identifica con el espíritu porque el cuerpo es impuro, quien es laico se identifica con la mente o la conciencia porque el cuerpo es una amenaza. En ambos casos el ser queda disminuido.
El miedo al cuerpo se traduce en una falta de respeto por toda la naturaleza, sus explotación mercantil y también, como denuncian las feministas, la alineación del cuerpo se expresa como desdén por lo femenino, que simboliza la naturaleza y la corporalidad.
Freud en su libro El Malestar de la Cultura, defiende que la civilización occidental parece un gigantesco productor de conciencias culpables y avergonzadas, la civilización conspira para volvernos inauténticos e incapaces de éxtasis. El sujeto se siente culpable por vivir por debajo de sus capacidades.
Para Abraham Maslow, la salud psicológica implica un impulso hacia la totalidad y la autotrascendencia, su carencia implica la llamada vergüenza existencial que para pensadores como Eric Fromm no es otra cosa que la conciencia de la separación humana, de la falta de unión amorosa y también de aquí proviene la culpa y la ansiedad. Para Fromm, la necesidad humana más profunda es la de superar el distanciamiento, derribar la prisión de la soledad. La culpa y la vergüenza, escribe Víctor J. Seidler, embotan la creatividad y la exuberancia de la vida, que podríamos hallar con el cuerpo disculpado y reconciliado con la vida, tal como apunta el filósofo Michael Onfray en su libro El Cuerpo Enamorado. En este texto, encontramos una apasionada defensa del epicureísmo como elogio del placer y un ataque radical a las posiciones tradicionales juedocristianas en el tema del erotismo, porque inhiben, con su culpabilización del sexo no reproductivo, nuestro crecimiento como personas más íntegras, libres y felices.
Vemos así que más allá de la visión mecánica del cuerpo se alza la escuela de psicología transpersonal para cuyos pensadores, debajo de la diversión o el placer fugaz, hay enterrado un deseo profundo de realizar nuestro potencial extático, trascendiendo el propio ego. Esto nos lleva a considerar la profunda cuestión de lo que las tradiciones religiosas llaman espíritu o dimensión espiritual de la vida, Dios, Buda, Sathki, Tao, Shiva, Brahma, Shunya o Tao, todas aluden, como Atman, a la identidad última del sujeto o sí mismo trascendente, infinito e intemporal que encierra toda personalidad humana. Lo Divino o realidad última, es intrínsecamente sagrado.
Pese a la difusión del escepticismo, se habla permanentemente de Dios y en los últimos años la visión sagrada ha penetrado en el mundo científico. Desde la neurobiología se apunta, con una visión superadora del materialismo y el dualismo, la relación de una zona concreta del cerebro situada en el hipocampo como zona receptora de las dimensiones trascendentes de la vida debido a una hiperactividad en el sistema límbico o cerebro emocional. Francisco Rubia en su artículo Espiriteria y en su libro La Conexión Divina y el profesor Rodríguez Delgado con la formulación de la teoría del triunismo transmaterial, dan buena cuenta de ello, pero, siguiendo a Maslow, se considera que la trascendencia no se relaciona exclusivamente con la religión sino con el amor al arte, al deporte o cualquier otra pasión verdadera que nos enaltezca y nos ayude a trascender nuestras limitaciones y llegar al estado de flujo de la consciencia. También el pensamiento cristiano se decanta en los últimos años por la aceptación del erotismo, surge el llamado erotismo encarnado, defendido significativamente por Matthew Fox, cura católico y portavoz de la espiritualidad creativa. Para él la tradición agustiniana que lleva el sexo al remordimiento y la culpabilidad ha de ser sustituida por lo que él llama la tradición de la alabanza al Creador por el don asombroso e imaginativo de la sexualidad. Es un gran revalorizador de la importancia del concepto y la experiencia del misterio y su conexión con lo lúdico, de ello habla en su libro The Coming of the Cosmic Christ.
CONCLUSIÓN
En definitiva, con frecuencia no podemos gozar del sexo porque no sintonizamos con nuestro cuerpo y con el cuerpo del mundo, que es el medio en el que tienen lugar las relaciones íntimas y sociales. Pero se apunta que el malestar sexual es en realidad un problema del espíritu. Para la psicología transpersonal, la verdadera represión de nuestra cultura no es la sexual, es la represión del espíritu trascendente, hemos perdido de vista lo sagrado, el contacto con lo que los teólogos llaman el suelo del ser. No obstante, los occidentales somos cada vez más conscientes de que la única cura para la psique y la sociedad consiste en reparar la grieta entre lo sagrado y lo profano. Por fortuna, la pulsión del Atman, la dimensión más espiritual de la vida, abre por sorpresa una brecha en algún acto cotidiano, en la música o en el sexo, por la que se adentra en un instante y nos aporta regeneración vital y conocimiento desde el centro más profundo de nuestro ser.- [1] Paz, Octavio. La llama doble
- [2] Feuerstein Georges. La sexualidad sagrada
- [3] Expresión acuñada por Vance Packard en 1968
- Bibliografía y Webgrafía. (Ampliar en la categoría bibilografía del blog)
- Feuerstein Georges. La sexualidad sagrada
- Fromm, Eric. El arte de amar
- Maslow, Abraham. La personalidad creadora
- Onfray, Michael. El Cuerpo enamorado
- Paz, Octavio. La llama doble
- Rubia, Francismo. La conexión divina
- Rodríguez Delgado, Manuel. Mi cerebro y yo
- Wilber, Ken. Conciencia sin Fronteras
- Wilber, Ken. Más allás del Ego
- Religión y Sexualidad. Wikipedia